¿OCCIDENTE ES AZNAR O AZNAR ES UN ACCIDENTE?
FUENTE: www.escolar.net
Cuesta encontrar en Europa algún líder político que no aparezca sonriente en esa obra maestra universal de la hipocresía: el álbum de fotos del coronel Gadafi. Es más difícil hallar un político europeo que todavía hoy, cuando el tirano masacra a su propio pueblo con bombas de racimo, califique a Gadafi como “amigo de Occidente”. Hay que venir hasta España para descubrir tal extravagancia porque allá donde ni siquiera se atreve a llegar Berlusconi aparece Aznar, el estadista, para elogiar al sátrapa asesino.
Es también difícil de encontrar un ex presidente al que su salida del poder le haya sentado peor. Sólo así, en ese rencor que no se esconde en montañas o desiertos lejanos, se explica su afán por hundir la credibilidad de nuestra deuda pública y remar por la quiebra de sus propios ciudadanos.
Pero su piropos a Gadafi no sólo se entienden por su resentimiento contra esa amplia mayoría de los españoles que nos opusimos a su Guerra de Irak y su foto de las Azores. La amistad de Aznar suena sincera. Gadafi fue y parece que sigue siendo su extravagante amigo, y no sólo por las obligaciones diplomáticas a las que obliga el cargo de presidente. Es algo personal, aunque también son ya personales sus negocios (o los de su yerno, Alejandro Agag). Tres años después de dejar La Moncloa, en diciembre de 2007, Aznar cenó con Gadafi en un caro hotel de Sevilla. Unos meses después, en 2008, Aznar visitó Libia, donde Gadafi lo agasajó con un banquete en su honor. Así que cuando califica al tirano como “amigo de Occidente” sólo comete un error: confundir sus sentimientos con los de todo el planeta. “Occidente soy yo”, parece decir Aznar, añorando cuando hablaba en el nombre del Estado.
LAMENTABLE PERSONAJE
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Cuesta encontrar en Europa algún líder político que no aparezca sonriente en esa obra maestra universal de la hipocresía: el álbum de fotos del coronel Gadafi. Es más difícil hallar un político europeo que todavía hoy, cuando el tirano masacra a su propio pueblo con bombas de racimo, califique a Gadafi como “amigo de Occidente”. Hay que venir hasta España para descubrir tal extravagancia porque allá donde ni siquiera se atreve a llegar Berlusconi aparece Aznar, el estadista, para elogiar al sátrapa asesino.
Es también difícil de encontrar un ex presidente al que su salida del poder le haya sentado peor. Sólo así, en ese rencor que no se esconde en montañas o desiertos lejanos, se explica su afán por hundir la credibilidad de nuestra deuda pública y remar por la quiebra de sus propios ciudadanos.
Pero su piropos a Gadafi no sólo se entienden por su resentimiento contra esa amplia mayoría de los españoles que nos opusimos a su Guerra de Irak y su foto de las Azores. La amistad de Aznar suena sincera. Gadafi fue y parece que sigue siendo su extravagante amigo, y no sólo por las obligaciones diplomáticas a las que obliga el cargo de presidente. Es algo personal, aunque también son ya personales sus negocios (o los de su yerno, Alejandro Agag). Tres años después de dejar La Moncloa, en diciembre de 2007, Aznar cenó con Gadafi en un caro hotel de Sevilla. Unos meses después, en 2008, Aznar visitó Libia, donde Gadafi lo agasajó con un banquete en su honor. Así que cuando califica al tirano como “amigo de Occidente” sólo comete un error: confundir sus sentimientos con los de todo el planeta. “Occidente soy yo”, parece decir Aznar, añorando cuando hablaba en el nombre del Estado.
LAMENTABLE PERSONAJE
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