Para mi amigo Pablo
Cuando fundamos Podemos, tres convicciones nos acompañaban que hoy,
después de presentarle a Pablo mi dimisión de los cargos de dirección
del partido, siguen intactas. No se nos han movido porque nos nacieron
de muy adentro. Siguen firmes porque las cuidamos durante mucho tiempo,
atendiendo a todos sus rincones, a sus promesas y también a sus riesgos.
Son parte de nosotros porque, además de pensarlas, las sentimos,
durante muchas noches, después de hacer La Tuerka, al salir de dar clase
en nuestra Universidad, conversando con hermanos de aquí y de allá,
compartiendo tranquilidad en medio de pinares. Esas tres convicciones
nos siguen orientando: la necesidad de decirle a los responsables de
vaciar nuestra democracia que podían vencer, pero que no nos estaban
convenciendo; la necesidad de construir un relato que terminara con la
resignación a la que se invitaba a nuestro país; y la convicción de que
para cambiar nuestra democracia teníamos que recuperar, junto a la
inteligencia, la emoción, que teníamos que hablar con la misma voz con
la que hablábamos todos los días, que teníamos que re-inventar nuestras
tradiciones para que todo el esfuerzo de nuestros mayores no se echara a
perder.
Teníamos a nuestro favor el motín de Esquilache que supuso el 15M.
Vimos que ese era el punto de inflexión y siempre lo respetamos. Se
trataba de convertir esa indignación social en indignación política.
Lograr que el miedo cambiara de bando para que los sinvergüenzas a los
que se les llenaba la boca de España y tenían el dinero en Suiza pagaran
por todos sus desmanes. Contábamos con la grandeza de un tipo
auténtico, con coleta, voz trenzada con el timbre de la gente de abajo
y, sobre todo, con muchas ideas. Cuando Pablo me dijo: “¿nos lanzamos?”-
le contesté: “contigo, Pablo, me lanzo”.
Hoy he dejado los cargos de dirección de Podemos con una sola
intención: empujar con mucha más fuerza este proyecto. Sin los frenos de
los órganos colegiados; sin las penurias de las organizaciones
(también, y eso me lo pierdo, sin sus grandezas); sin el dogal de las
urgencias electorales. Sin la ponzoña de los medios ni sus enredos que
envilecen. Recupero una voz que sólo me representa a mí mismo. Que no
compromete sino a quien esté de acuerdo con mis errores y con mis
aciertos, y que le quita a los que viven del infundio la posibilidad de
achacar a nadie que no sea yo mismo mis opiniones.
Voy a volver a recuperar mis cenas con Pablo para hablar de otras
cosas que no sean las exigencias de la burocracia. Lejos de las intrigas
de los medios. Pablo volverá a reventarme algún capítulo de Juego de tronos que aún no habré visto y yo le voy a decir que cómo es posible que aún no haya visto la versión inglesa de House of Cards. Vamos a compartir el último libro que
publique nuestro amigo Ramón Akal, va a hablarme de Perry Anderson, yo
le insistiré con Boaventura de Sousa Santos. Vamos a reirnos, como hemos
hecho siempre. Incluso hoy mismo que los dos estábamos rondando la
tristeza por culpa de un mundo al que le falta empatía. Vamos a volver a
ser los confidentes de ese otro mundo posible por el que vamos a seguir
peleando. Los mercenarios querrán contar de una manera fea lo que no
pueden entender. Hace mucho tiempo que renunciaron a vivir. Pablo es,
además de una parte hermosísima de mi biografía, el secretario general
del partido con el que voy a seguir luchando. Sabíamos que esto iba a
ser difícil, que teníamos que enfrentar muchas mentiras, que el poder
nunca iba a permitir sin recurrir a mil tretas que les sacáramos del
Gobierno.
En política, nunca he sentido tanta seguridad como cuando él está
cerca, cuidando siempre a todos los que estamos en esta pelea. Quien no
entienda esto no entenderá por qué Pablo Iglesias tiene el mandato de
gobernar nuestro país. Hoy mismo seguimos en esta pelea. Pablo como
secretario general en la Mesa Ejecutiva de Podemos. Yo, igualmente en
Podemos pero en una nueva tarea. Pero no menos comprometido. Algo de
mala conciencia me acompaña por no estar al lado de Pablo en un sitio
tan ingrato como es la direccion de un partido. Me comprometo a trabajar
el doble desde mi nuevo espacio. Y que ladren los que han perdido la
capacidad de entender lo que significa la amistad. Seguimos creyendo,
eso significa Podemos, que sin amor no se puede hacer política. Este
Primero de Mayo, como tantos años, vamos a brindar Pablo, tú y yo, con y
por los trabajadores. Es un orgullo ser tu amigo. Gracias por todo lo
que estás haciendo. Y por no dejarte vencer por tantas mentiras.
JUAN CARLOS MONEDERO
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