CRÓNICA huelga general en la minería española
La cuenca asturiana se paraliza y los mineros preparan más movilizaciones
FUENTE: www.gara.netEl tijeretazo del gobierno español a las ayudas pactadas con la minería ha puesto a las cuencas en pie de guerra. A la huelga indefinida que se mantiene desde hace más de 20 días, ayer se le sumó un paro total que paralizó diversas zonas de Asturias, León y Palencia. Por la tarde, una multitudinaria marcha reivindicó un futuro laboral para la comarca.
A. PRADILLA
Para las 7 de la mañana, los piquetes ya se habían apostado en las entradas de industrias como las que rodean el municipio de Mieres y varias carreteras amanecían cortadas con barricadas de troncos. En realidad, la presencia de sindicalistas dedicados a informar a los trabajadores sobre las razones del paro era prácticamente testimonial. No era necesaria. La reivindicación viene en el ADN de este territorio y la minería es su principal recurso económico. Así que no podía encontrarse ni una tienda abierta. Solo los servicios mínimos pactados en determinadas áreas rompieron con la dinámica de unas localidades paralizadas. Esto, y el fuerte despliegue de la Guardia Civil, que aumentó el número de agentes ante los enfrentamientos registrados en las últimas jornadas, evidenció la magnitud de la protesta.
Piquetes madrugadores
¿Quieren que termine matándose alguien antes de empezar a negociar?», protesta.
Frente a él, dos grandes barricadas construidas mediante la colocación de varias vagonetas, troncos y neumáticos cierran el paso. Los trabajadores han dejado un pequeño espacio en la mediana para emergencias. Pero hay que tener una buena excusa para poder cruzar. Conforme avanzan las horas, crece la tensión. Hasta ahora, todos los cortes han terminado con la irrupción de la Guardia Civil y la Policía española lanzando botes de humo y pelotas de goma. Así que los trabajadores les esperan tras las barreras improvisadas con los tirachinas a punto. En las lomas del valle, ocultos en precarios puestos de vigilancia, algunos compañeros aguardan con las «voladoras», los lanzacohetes caseros con los que frenan el avance de los agentes.
«Hoy el pájaro no viene», comenta extrañado uno de los mineros que se parapeta tras una mesa de plástico. El «pájaro» al que se refiere es el helicóptero de la Guardia Civil, que en estas protestas es sinónimo de invasión inminente de agentes. La niebla, que cubre por completo las zonas superiores de los montes que rodean el pequeño municipio asturiano, augura que esta vez no lo tendrán fácil. Pasadas las 11.00 de la mañana se da la voz de alarma. Las patrullas han sido avistadas a escasos kilómetros. Así que los mineros se preparan. Pero no ocurre nada.
No hay familia no afectada
La barricada ardiendo
«¡Recogemos!» Son las 13.30 horas y no hay rastro de la Guardia Civil. Así que los trabajadores optan por replegarse. Antes, como manda el ritual, prenden fuego a las dos principales barricadas. «Entiendo lo que hacen, en este caso, están en su derecho». Lo dice un hombre que se identifica como guardia civil de paisano. Asegura que está como curioso, aunque lo cierto es que tampoco nadie se le acerca demasiado. En el pozo, a 200 metros de la entrada al municipio, tres empleados de la mina Santiago siguen encerrados como medio de protesta. Ayer cumplían 21 jornadas sin ver la luz del día.
«Marcha negra a Madrid»
«Que traigan un autobús de Euskal Herria que les damos trabajo»
El intento de los medios de la derecha española de criminalizar las
reivindicaciones de los mineros era tomado a broma por los trabajadores.
De hecho, hasta se permitían las bromas. «¿Vasco? Diles que venga un
autobús de Euskal Herria, que les damos trabajo, casa y comida»,
comentaban en tono jocoso algunos de los huelguistas frente a la
barricada principal. Los enfrentamientos con la Guardia Civil se han
generalizado en las últimas semanas. Aunque también es cierto que, cada
vez que el sector del carbón ha estado amenazado, sus trabajadores
siempre se han destacado por su capacidad de movilización.
«Al que le enganche con una voladora al helicóptero le doy una recompensa de 500 euros», bromeaba otro de los huelguistas. Humor negro en unos momentos de tensión que se extiende incluso a las heridas provocadas por los pelotazos. «Aquí la mitad está marcada. Pero no vamos al hospital. No queremos identificarnos».
«Nosotros no somos como el 15M», bromeaba otro de ellos. La tradición sindical marca el carácter de una zona en la que, como señalaba este trabajador, «llevamos levantándonos desde 1934. Desde nuestros abuelos hasta nuestros hijos». Alberto PRADILLA
«Al que le enganche con una voladora al helicóptero le doy una recompensa de 500 euros», bromeaba otro de los huelguistas. Humor negro en unos momentos de tensión que se extiende incluso a las heridas provocadas por los pelotazos. «Aquí la mitad está marcada. Pero no vamos al hospital. No queremos identificarnos».
«Nosotros no somos como el 15M», bromeaba otro de ellos. La tradición sindical marca el carácter de una zona en la que, como señalaba este trabajador, «llevamos levantándonos desde 1934. Desde nuestros abuelos hasta nuestros hijos». Alberto PRADILLA
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