RADIO WICHARD

ALL THE BEST LOCATIONS ARE LOCATED ON THE MARGINS

19 dic 2018

2018: AÑO DEL RESURGIMIENTO DE LA EXTREMA DERECHA EN ESPAÑA Y EN EUROPA

¿Será suficiente con un “No me gusta” en Facebook para derrotar al fascismo?


FUENTE: http://insurgente.org/sera-suficiente-con-un-no-me-gusta-en-facebook-para-derrotar-al-fascismo/

  • La suma de la derecha logra la mayoría absoluta en Andalucía con un 88% del voto escrutado



Ahora que la irrupción de Vox posibilita que no poca gente perciba que el fascismo se ha hecho presente en la sociedad, sería oportuno recordar que éste –en realidad- no se fue desde que llegó en 1939, fecha en que ganaron la guerra.
Es cierto que en los últimos cuarenta años han intentado disfrazarlo, maquillarlo, caracterizarlo con ropajes al uso, pero la naturaleza del régimen, el “atado y bien atado”, el poder de los grandes emporios, continuó impertérrito. Las nuevas formas eran necesarias para construir un relato que sacase a las masas de las calles, de crear una “democracia” sin democracia y de libertades solo para unos pocos que –casualmente- siguieron decidiendo desde los tres poderes. Decenas de organizaciones y miles de personas vieron en ese nuevo ciclo que se abrió a mediados de los setenta, y que ahora se desmaquilla, una oportunidad para intentar cambiar las cosas, apelando para ello una y mil veces al reformismo, al desde dentro todo es posible, pero el Ibex, la otan, la monarquía, el poder de los poderes facticos han seguido ahí, impertérritos.
Los votantes de Vox han conseguido que se hable sin reparo del fascismo, cosa que con el PP/PSOE parecía imposible, y se abra el debate a partir de una vieja y querida pregunta: “¿Qué hacer?”. Todo indica que, esperando una y otra vez que vayan llegando urnas municipales, autonómicas, generales, europeas, no va a bastar. Ni tampoco que dando un like en Facebook, ni compartiendo una noticia, comentario, ironía de algún hilo de whtasapp podamos detener el avance del fascismo. El asunto, como en otros momentos históricos, pasa por la necesidad urgente de organizarse, para no solo construir un muro ideológico anticapitalista sino para ser capaces pasar a la ofensiva. De dejar, en pocas palabras, a un lado la atomización inoculada con precisión por el sistema y salir a la calle con viejas y nuevas herramientas, de ganarle ese espacio para lograr lo que se pregonó en decenas de movilizaciones y que, por ahora, no se ha conseguido: que el miedo cambie de bando.
La lucha contra el fascismo no puede ser ajena a la lucha de clases, sino se acabará pensando que el fascismo apareció de la nada, de una casualidad, de una conjunción de nubes en un día típico de otoño. Sin entender esa realidad sobrevuela una engañifa: que al fascismo se le gana tras acorralarlo en un debate en un plató de televisión. Lamentablemente no es así. El capitalismo y la clase dominante recurre a él cuando necesita quita de derechos, guerras exterminadoras o vueltas a nacionalismos imperiales, hechos que para aplicar con éxito deben contar con la complicidad de millones que se suman en la indolencia del que practica la desgana y el “me da igual”, actitudes que se sembraron con precisión desde su aparato mediático durante décadas.
Es posible que en las próximas semanas las redes sociales pongan una opción de “No me gusta” para “opinar” sobre un determinado envío por internet. Es la manera revolucionaria de contrarrestar el célebre “me gusta” que los usuarios manejan a diario. Es posible también que con esa nueva opción, pulsada, eso sí, varias veces al día, haya gente que sienta que está en el buen camino para vencer al fascismo. Por si eso falla habrá que ir engrosando de un modo paralelo las organizaciones antifa, siempre es bueno tener dos armas.
La ola europea de extrema derecha irrumpe en España a través de Andalucía
Es cierto que en los últimos cuarenta años han intentado disfrazarlo, maquillarlo, caracterizarlo con ropajes al uso, pero la naturaleza del régimen, el “atado y bien atado”, el poder de los grandes emporios, continuó impertérrito.




Y eso ha propiciado la presencia del legado franquista en calles, plazas, monumentos, impunidades, mausoleos y fosas. Durante cuatro décadas, el franquismo sociológico navegó entre el PP heredero de la tardofranquista Alianza Popular y la nostalgia residual de la Falange. Pero, 40 años después, el bipartidismo tradicional español ya no es el que era: al PSOE le ha surgido una amenaza a su izquierda y al PP le muerden por su derecha y por el centro. Y Vox, esa derecha del PP, que ha bebido de esencias tardofranquistas y tradicionalistas –incluidas las misas y las banderas, el centralismo y el anticatalanismo– y cuyos líderes provienen del ala derecha más conservadora del PP, se mira en el espejo de la extrema derecha en Europa y el resto del mundo, de perfiles más populistas con nuevas gramáticas políticas más allá del "viva España" y el "a por ellos" en el 1-O.
Vox logra irrumpir con 12 escaños en el Parlamento andaluz este domingo, mientras el PSOE pierde 14 escaños y el PP, 7 y Ciudadanos gana 12 –Adelante Andalucía se deja tres en relación con la suma de Podemos e IU en marzo de 2015–: la suma de la derecha logra la mayoría absoluta en Andalucía con un 88% del voto escrutado en unas elecciones con una caída de la participación en feudos de la izquierda. Y, de un plumazo, el asalto de la extrema derecha a las instituciones devuelve a España al eje izquierda-derecha, más allá del nuevo-viejo o arriba y abajo.
El 15M ha servido todo este tiempo para canalizar la impugnación a través de reivindicaciones de profundización democrática, política y económica, al contrario de lo que ha pasado en otros países europeos. Pero este 2 de diciembre andaluz supone un punto de inflexión en el avance de la extrema derecha en España.
En Brasil ha ganado hace unas semanas Jair Bolsonaro; Donald Trump lleva dos años en la Casa Blanca y su exasesor Steve Bannon se ha instalado en Bruselas para tejer una alianza de extrema derecha entre el Este y el Oeste de Europa. Marine Le Pen quedó subcampeona de las últimas presidenciales francesas, y su amigo Matteo Salvini es el hombre fuerte del Gobierno italiano. Y el Brexit no se entiende sin el discurso de Nigel Farage y UKIP.
En Alemania, mientras se desangra la socialdemocracia y se disparan los Verdes, caen la CDU y la CSU en beneficio de la extrema derecha de Alternativa por Alemania. En el tradicional paraíso socialdemócrata sueco, la extrema derecha de los Demócratas Suecos se han convertido en pieza clave de la política del país.  En Holanda, Geert Wilders se quedó más lejos de lo que preveía de conquistar el poder... pero es el segundo partido del país en el Parlamento. 
En el Este de la UE, los grandes símbolos de los ultraconservadores son Polonia y Hungría, ambos países sometidos a una censura comunitaria al activarse el artículo 7 de la Unión por violar los valores fundacionales de la UE. En Polonia, el partido gobernante, Ley y Justicia, está siendo vigilado por su asalto, precisamente, al Poder Judicial. En el caso de Hungría, Vícktor Orban, miembro del Partido Popular Europeo, ha sido censurado por su persecución a los migrantes, la mendicidad y la universidad de Budapest.
En todos los casos, como los líderes más conservadores del PPE, como el primer ministro austriaco, Sebastian Kurz –que gobierna con los ultras del Partido de la Libertad–, el foco principal reside en apuntar a los migrantes. Desde el cierre de los puertos italianos por parte de Salvini hasta la no firma del Pacto de la Migración de la ONU por parte de Orban y Kurz.
Y, además de apuntar a los migrantes, reafirmar el nacionalismo conservador frente a las "injerencias de los eurócratas"; defender la Europa de las naciones y los Estados frente a la integración bruselense; y jerarquizar a los últimos de la escala social, priorizando a los "nacionales" o "nativistas" frente a los "de fuera"; aparecer como "antiestablishment" frente a las corporaciones políticas y empresariales. En Italia, la legislación laboral proteccionista es para proteger a los trabajadores italianos frente a los migrantes.
La ola europea de extrema derecha irrumpe en España a través de Andalucía, con ese discurso contra los migrantes –con el que tanto han tonteado líderes del PP y Ciudadanos–, el procés catalán –muy del PP y de Ciudadanos también– y elestablishment, mezclado con posos tardofranquistas. Hasta llegar a los 12 diputados logrados este domingo en las elecciones andaluzas.
¿Qué es el antifascismo?
Antes de responder a esta pregunta, debemos examinar brevemente qué es el fascismo. Tal vez más que ninguna otra forma de ideario político, este es notablemente difícil de acotar. Definirlo es un reto, debido a que «surgió como una corriente basada en el carisma», unida a un «acto de fe», en oposición frontal a la racionalidad y a los límites habituales de la concreción ideológica.
Mussolini explicaba que su movimiento «no se sentía ligado a ninguna forma concreta de doctrina». «Nuestro mito es la nación —afirmaba—, y a este mito, a esta grandeza, subordinamos todo lo demás». Tal y como defiende el historiador Robert Paxton, los fascistas «rechazan cualquier valor universal, más allá del éxito de los pueblos elegidos en la lucha darwiniana por la dominación». Incluso las alianzas de partidos que formaron en el periodo entre las dos guerras mundiales se vieron a menudo tensadas, o abandonadas por completo, cuando las exigencias de la lucha por el poder convirtieron a esos fascistas de entreguerras en incómodos compañeros de cama para los conservadores tradicionales. Su retórica «de izquierda», sobre la defensa de la clase trabajadora frente a la élite capitalista, era a menudo uno de los valores que primero abandonaban.
Los fascistas de después de la guerra (posteriores a la Segunda Guerra Mundial) han ensayado conjuntos todavía más disparatados de planteamientos, tomando elementos de forma indiscriminada del maoísmo, el anarquismo, el trotskismo y otras ideologías de izquierdas y vistiéndose con ropajes electorales «respetables», conforme al modelo del Frente Nacional francés y de otros partidos.




La ultraderecha violenta: 600 fichados en Madrid, poco activos y controlados
Manifestación ultraderechista en Barcelona en 2016. EFE

Estoy de acuerdo con el planteamiento de Angelo Tasca de que «para entender el fascismo debemos escribir su historia». Sin embargo, dado que este no es el lugar para hacerlo, tendrá que bastar con una definición. Paxton define el fascismo de la siguiente manera:
Una forma de comportamiento político marcado por una preocupación obsesiva con el declive, la humillación o la victimización de la comunidad y por cultos compensatorios a la unidad, la energía y la pureza, en la cual un partido de masas de comprometidos militantes nacionalistas, que actúa en colaboración, incómoda pero eficaz, con las élites tradicionales, abandona las libertades democráticas y persigue, con una violencia redentora y sin limitaciones éticas ni legales, fines de limpieza interna y expansión externa.
En comparación con la dificultad que tiene definir el fascismo, podría parecer a primera vista que entender el antifascismo es una tarea sencilla. Después de todo, no es sino la oposición al primero, literalmente. Algunos historiadores han empleado esta definición, literal y minimalista, para incluir en esta categoría a una gran variedad de actores históricos, como liberales, conservadores y otros, que combatieron contra regímenes fascistas antes de 1945.
Sin embargo, reducir el término a una mera oposición impide entender el antifascismo como un método político, un ámbito de identificación individual y colectiva y un movimiento transnacional que ha adaptado las corrientes socialistas, anarquistas y comunistas anteriormente existentes a una necesidad repentina de reaccionar frente a la amenaza fascista.
Esta interpretación política trasciende la dinámica simplificadora que reduce el antifascismo a una mera negación de su oponente, ya que pone de relieve los cimientos estratégicos, culturales e ideológicos desde los que han respondido los socialistas de todo tipo. Sin embargo, incluso en el seno de la izquierda se dan encendidos debates entre muchos partidos socialistas y comunistas, organizaciones antirracistas no gubernamentales y otras, que proponen emplear métodos legales para pedir una normativa antirracista o antifascista, y quienes defienden una estrategia de enfrentamiento y acción directa con la que dificultar los esfuerzos organizativos de los fascistas.
Ambos puntos de vista no son siempre mutuamente excluyentes y algunos militantes han adoptado la última opción tras el fracaso de la primera. Pero, en general, este debate sobre estrategia marca una división en las interpretaciones izquierdistas del movimiento.
Este libro explora los orígenes y la evolución de una corriente antifascista amplia que surge en la intersección entre las propuestas políticas de las diferentes corrientes socialistas y la estrategia de la acción directa. A menudo, sus integrantes actuales denominan a esta tendencia como «antifascismo radical» en Francia, «antifascismo autónomo» en Alemania y «antifascismo militante» en Estados Unidos, el Reino Unido e Italia.
En el núcleo de esta perspectiva se halla un rechazo de la célebre frase liberal, erróneamente atribuida a Voltaire (aparecida por primera vez en un libro de 1907 sobre Voltaire), según la cual «me opongo a lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo».
Después de Auschwitz y Treblinka, los antifascistas se han comprometido con la lucha a muerte contra la capacidad de las organizaciones nazis de decir nada. De este modo, se trata de un movimiento con una propuesta política no liberal, social revolucionaria, que se usa para combatir a la extrema derecha, y no solo a los fascistas en sentido literal. Como se verá, los militantes que lo integran han logrado este objetivo de muchas formas diferentes, desde ahogar los discursos de los fascistas con cánticos, para que no se pudieran oír, hasta ocupar los lugares de sus actos antes de que pudiesen empezar, infiltrar sus grupos para sembrar cizaña, destruir cualquier pretensión de anonimato o impedir físicamente la venta de sus publicaciones, sus manifestaciones u otras convocatorias.
Los antifascistas militantes no están de acuerdo con pedir al Estado que prohíba las formas «extremas» de política debido a sus propios planteamientos revolucionarios y antiestatistas y porque este tipo de prohibiciones se usan a menudo más contra la izquierda que contra la derecha.

Miles de nacionalistas toman Varsovia para conmemorar la Independencia polaca
Grupos ultranacionalistas en Varsovia en 2017 para conmemorar la independencia polaca EFE


Algunos grupos dentro del movimiento se identifican más con el marxismo, mientras que otros son de corte más anarquista o antiautoritario. En Estados Unidos, desde la aparición del antifascismo moderno bajo el nombre de Acción Antirracista (ARA) a finales de la década de 1980, la mayoría han sido anarquistas o antiautoritarios. Hasta cierto punto, el predominio de una corriente sobre otra dentro de un grupo puede constatarse en el emblema de las banderas que usa este: si la enseña roja está delante de la negra, o al revés (o si ambas son negras). En otros casos, se puede sustituir una de las dos banderas por la de un movimiento de liberación nacional, o se puede unir una enseña negra con una morada, para representar a los antifascistas feministas, o con una rosa, para el antifascismo queer, etc. A pesar de estas diferencias, los militantes a los que he entrevistado coinciden en que estas distinciones ideológicas se enmarcan a menudo en un consenso estratégico más general, acerca de cómo combatir al enemigo común.
Sin embargo, existe una serie de tendencias dentro de ese acuerdo estratégico más amplio. Algunos antifascistas se centran en impedir los intentos organizativos de sus oponentes, mientras que otros dan prioridad a la construcción de poder popular en la comunidad y a vacunar a la sociedad frente el fascismo, mediante la difusión de sus planteamientos políticos de izquierda. Muchos grupos se sitúan en el punto medio de este espectro.
En la Alemania de la década de 1990 surgió en el seno del antifascismo autónomo un debate entre quienes entendían que el movimiento era más que nada una forma de autodefensa, impuesta por los ataques de la extrema derecha, y quienes lo veían como un planteamiento político integral, a menudo denominado «antifascismo revolucionario», que podía llegar a sentar los cimientos de una lucha revolucionaria más amplia. Dependiendo del contexto político y local, el antifascismo se puede describir como un tipo de ideología, una identidad, una tendencia o entorno, o como una actividad de autodefensa.
A pesar de las diferencias de matiz en la forma de plantear el movimiento, no debería entenderse centrado en un único tema. Por el contrario, es sencillamente una más de las varias manifestaciones del socialismo revolucionario (entendido de forma amplia). La mayoría de los militantes a los que he entrevistado pasan también buena parte de su tiempo involucrados en otras formas de hacer política (por ejemplo, sindicalismo, okupación, activismo medioambiental, movilización contra la guerra o solidaridad con las personas migrantes). De hecho, la inmensa mayoría preferiría dedicarse a estas actividades productivas, antes que arriesgar su integridad física y su seguridad en enfrentamientos con violentos neonazis o supremacistas blancos. Los antifascistas actúan sobre la base de una autodefensa colectiva.
El éxito o el fracaso del antifascismo militante depende a menudo de conseguir movilizar a capas amplias de la sociedad para enfrentarse a los fascistas, como sucedió en la famosa batalla de Cable Street, en Londres en 1936, o de conectar con una oposición social más extendida a la extrema derecha, para excluir a sus grupos y líderes emergentes.
En el núcleo de este complejo proceso de creación de opinión, se halla la formación de tabús sociales contra el racismo, el sexismo, la homofobia y otras formas de opresión que constituyen las bases del fascismo. Estos tabús se mantienen a través de una dinámica que he denominado «antifascismo cotidiano».
Por último, es importante no perder de vista el hecho de que el antifascismo nunca ha sido sino un aspecto más de una lucha de mayor calado contra el supremacismo blanco y el autoritarismo. En su muy conocido ensayo de 1950, Discurso sobre el colonialismo, el escritor y teórico de Martinica Aimé Césaire defendió de forma convincente que el «hitlerismo» resultaba abominable para los europeos por su «humillación de los hombres blancos y por el hecho de que [Hitler] había aplicado en Europa los métodos coloniales que hasta entonces se habían reservado en exclusiva para los árabes en Argelia, los culis de la India o los negros 15 de África». Sin pretender pasar por alto en ningún momento los horrores del Holocausto, hasta cierto punto se puede entender el nazismo como un colonialismo en Europa y un imperialismo de aplicación doméstica.
El exterminio de las poblaciones originarias de América y Australia, las decenas de millones de muertos por hambrunas en la India bajo el dominio británico, los diez millones de personas asesinadas en el Estado Libre del Congo del rey Leopoldo de Bélgica y los horrores del comercio transatlántico de esclavos no son sino una ínfima parte de las masacres y del exterminio social que infligieron las potencias europeas antes del ascenso de Hitler.
Los primeros campos de concentración (llamados «reservas») fueron creados por el Gobierno de Estados Unidos para encerrar a las poblaciones originarias, por la monarquía española para contener a los revolucionarios cubanos en la década de 1890 y por los británicos durante la guerra de los Bóers, al inicio del siglo xx. Mucho antes del Holocausto, el Gobierno alemán ya había perpetrado un genocidio con los pueblos herero y nama del suroeste de África, mediante campos de concentración y otros métodos, entre 1904 y 1907.
Por este motivo, es fundamental entender el antifascismo como un componente de un legado más amplio de resistencias al supremacismo blanco en todas sus vertientes. Mi enfoque en la versión militante del movimiento no pretende en modo alguno restar importancia a las otras formas de organización antirracista, que se identifican con el antimperialismo, el nacionalismo negro u otras tradiciones. En lugar de imponer el marco del antifascismo a grupos y movimientos que se reconocen a sí mismos de manera diferente, aun cuando se están enfrentando a los mismos enemigos con métodos parecidos, he preferido centrarme, principalmente, en organizaciones que se ubican conscientemente en la tradición antifascista.
OS RECOMIENDO ESTE LIBRO...






Querría que este libro no fuese necesario. Pero alguien prendió fuego al Centro Islámico local de Victoria (Texas) pocas horas después de que la Administración de Trump anunciase su veto migratorio a los musulmanes. Y algunas semanas después de la presentación de una avalancha de más de 100 leyes contra el colectivo LGTBQ, a principios de 2017, un hombre echó abajo la puerta principal de Casa Ruby, un centro de defensa de los derechos de las personas transgénero en Washington DC y agredió a una transexual mientras gritaba: «¡Te voy a matar, maricón!».
Un día después de la victoria electoral de Donald Trump, los estudiantes de ascendencia latinoamericana del Instituto de Secundaria Royal Oak, en Michigan, acabaron por llorar cuando sus compañeros de clase empezaron a corear: «¡Construye el muro!». Más tarde, en marzo, un antiguo soldado y supremacista blanco se fue en autobús a Nueva York para «atacar a hombres negros». Apuñaló y mató a Timothy Caughman, un indigente de raza negra.

Portada del libro 'Antifa', de Mark Bray.
Ese mismo mes, alguien derribó y pintarrajeó una docena de lápidas en el cementerio judío de Waad Hakolel, en Rochester (Nueva York). Entre quienes yacen allí se encuentra Ida Braiman, una prima de mi abuela. Ida fue asesinada de un disparo en 1913 por un patrón, apenas unos meses después de haber llegado a Estados Unidos desde Ucrania, mientras participaba en un piquete junto con otros trabajadores textiles, también inmigrantes judíos.
La reciente oleada de profanaciones en cementerios hebreos en Brooklyn, Filadelfia y otros lugares, se ha producido bajo la Administración de Trump. Este omitió toda mención a los judíos en sus declaraciones sobre el Holocausto, su secretario de prensa negó que Hitler hubiese gaseado a nadie. 



Como escribió Walter Benjamin, en el momento álgido del fascismo de entreguerras: «Ni siquiera los muertos estarán seguros si el enemigo vence».
A pesar del resurgir de la violencia de los fascistas y de los supremacistas blancos en Europa y Estados Unidos, la mayoría de las personas considera que vivos y muertos están seguros, ya que piensan que estas ideologías están superadas y no suponen peligro alguno. A su entender, el enemigo fascista perdió de forma definitiva en 1945. Pero los muertos no estuvieron seguros cuando el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, dijo en 2003 que el encierro en los campos de prisioneros de Mussolini era como unas «vacaciones». Ni cuando el líder del Frente Nacional francés, Jean-Marie Le Pen, declaró, en 2015, que las cámaras de gas de los nazis habían sido un simple «detalle» histórico. Los neonazis que en los últimos años han inundado de pintadas racistas las ubicaciones de los guetos de Varsovia, Bialistok y otras ciudades polacas, saben muy bien que sus cruces célticas atacan a los muertos tanto como a los vivos.
El antropólogo haitiano Michel-Rolph Trouillot nos avisa: «El pasado no existe de forma independiente del presente […]. El pasado o, para ser más precisos, la condición de ser pasado, es una opinión. Así, de ninguna manera podemos identificar el pasado como pasado».
Este libro se toma muy en serio el terror transhistórico del fascismo y el poder de convocar a los muertos cuando se trata de defenderse frente a él. Toma partido, sin avergonzarse por ello lo más mínimo. Es un toque a rebato, que intenta dotar a una nueva generación de antifascistas del bagaje histórico y teórico necesario para derrotar a una extrema derecha que resurge. Está basado en 61 entrevistas a militantes, en activo o retirados, de 17 países de América del Norte y Europa. Pretende expandir nuestra perspectiva geográfica e histórica para poner en contexto la oposición a Trump y a la derecha alternativa, en un ámbito mucho más amplio y profundo de resistencia. Antifa es la primera historia transnacional en inglés de este movimiento después de la Segunda Guerra Mundial y la más completa en cualquier idioma. Afirma que el antifascismo militante es una respuesta razonable e históricamente documentada ante la amenaza fascista, que persistió después de 1945 y que ha vuelto a ser especialmente grave en los últimos años. Puede que al terminar este libro no se sea un militante convencido, pero al menos se habrá comprendido que el antifascismo es una tradición política legítima, que surge de más de un siglo de luchas globales.

BUENO, BUENO 1º FUE DONALD TRUMP EN EE. UU., LUEGO LLEGÓ MACRI EN ARGENTINA, TEMER COMO TRANSICIÓN FASCISTA A BOLSONARO EN BRASIL, LUEGO EN HUNGRÍA VIKTOR ORBAN, KURZ EN POLONIA, EL PUTO MATEO SALVIUNI EN ITALIA, AMANECER DORADO EN GRECIA, ALTERNATIVA POR ALEMANIA,  EL FRENTE NACIONAL FRANCÉS, LA LIGA NORTE ITALIANA, EL GOBIERNO CONSERVADOR DE DINAMARCA HA LOGRADO SACAR ADELANTE SUS PRESUPUESTOS CON EL APOYO DE LA ULTRADERECHA. Y ÉSTA, A CAMBIO, HA CONSEGUIDO QUE LOS INMIGRANTES IRREGULARES Y LOS DELINCUENTES EXTRANJEROS SEAN ENVIADOS A UNA ISLA PRÁCTICAMENTE DESHABITADA... EN SUECIA, EN AUSTRIA, EL UKIP EN REINO UNIDO,  ERDOGAN, EMIRATOS ÁRABES, PUTIN, MADURO (SÍ ÉSE TAMBIÉN), EVERYWHERE... AHORA EN ESPAÑA LAMONARQUÍA, LA CATÓLICA, VOX, LOS FRANQUISTAS ENFERVORECIDOS, C's O LA NUEVA FALANGE Y EL PP... MEU DEUS!
VIENEN TIEMPOS DUROS Y DIFÍCILES, HARD TIMES !!
SEGUIREMOS EN LA LUCHA...

ANTIFASCISTA, ANTICLERICAL Y FEMINISTA SIEMPRE !!
SALUD Y REPÚBLICA !!


WICHARD, EL LIBERTARIO.

LAS BIBLIOTECAS NO SON...


Once frases sobre lo que NO son las bibliotecas para desmentir posibles creencias generalizadas

FUENTE: https://www.julianmarquina.es/11-frases-sobre-lo-que-no-son-las-bibliotecas-para-desmentir-posibles-creencias-generalizadas/

En ocasiones, las bibliotecas están rodeadas de ideas equivocadas sobre lo que son. Estas ideas pueden ser originadas por malas experiencias de las personas en su contacto con la biblioteca o (peor incluso) por estereotipos asignados y superficiales. Sea como fuere, las bibliotecas cargan con falsas, infundadas o incompletas creencias sobre lo que son, lo que hacen o lo que suponen para la sociedad.


De vez en cuando nos encontramos con artículos o publicaciones en medios sociales que arremeten contra las bibliotecas. Se me viene a la cabeza el artículo publicado en Forbes en el que se decía que Amazon debía reemplazar a las bibliotecas públicas para ahorrar dinero a los contribuyentes, o el tuit que escribió un columnista del New York Observer en el que decía que ya nadie iba a las bibliotecas y que lo mejor que se podía hacer era cerrar las bibliotecas públicas y poner sus libros en las escolares.
Con este post trato de explicar lo que NO son y lo que SÍ son las bibliotecas. Quizás me vea condicionado por una mirada desde dentro del mundo bibliotecario y que es imperceptible para cualquier persona que está fuera del mismo. Sirva para ellos este post para tratar de animarles a descubrir esa otra cara de las bibliotecas. Una cara basada en la experiencia y en el día a día de una persona que ve cómo trabajan y funcionan las bibliotecas, y que conoce que las bibliotecas son mucho más de lo que la mayoría de personas piensan que son.

Lo que NO son y lo que SÍ son las bibliotecas

  • Las bibliotecas no son solamente libros, las bibliotecas son un universo cargado de recursos, servicios, herramientas y tecnología. Además, tienen a las personas como a uno de sus protagonistas principales.
  • Las bibliotecas no son un gasto, las bibliotecas son una inversión que repercute directamente en las personas. Además, cualquier inversión que se haga en la biblioteca es capaz de hasta cuadriplicar su valor en beneficios para la sociedad.
  • Las bibliotecas no son lugares de silencio, las bibliotecas son espacios llenos de vida y movimiento. Además, en las bibliotecas prima la multidiversidad, la participación ciudadana, la libertad de opinión y de expresión, el respeto y la convivencia.
  • Las bibliotecas no son solamente para estudiantes, las bibliotecas son para todas las personas: familias, trabajadores, estudiantes, investigadores…. Además, las bibliotecas pueden ser disfrutadas de manera individual o en compañía.
  • Las bibliotecas no son lugares anclados en el pasado, las bibliotecas son pasado, presente y futuro. Además, tienen una gran capacidad de adaptación y evolución según los avances informacionales, tecnológicos y sociales.
  • Las bibliotecas no son lugares estancos de conocimiento, las bibliotecas son lugares en los cuales contagiar y propagar el conocimiento. Además, son lugares que incitan a la conexión con contenidos y personas (crean comunidad), y son espacios en los cuales ofrecer una oferta atractiva de entretenimiento cultural.
  • Las bibliotecas no son irrelevantes e innecesarias, las bibliotecas son más que necesarias por su capacidad de transformación social y por su capacidad de dejar una profunda huella en la vida de las personas. Además, en ellas siempre hay algo nuevo que hacer y que descubrir.
  • Las bibliotecas no son solamente físicas, las bibliotecas son físicas y online para que puedas disfrutar de ellas en cualquier lugar y en cualquier momento. Además, y pese a lo que algunas personas creen, las bibliotecas son aún más necesarias en este mundo digital.
  • Las bibliotecas no son peor que Internet, las bibliotecas son las que te van a dar la información que necesitas sin ningún condicionante o sesgo (son neutrales). Además, siempre respetando tu privacidad y anonimato.
  • Las bibliotecas no son solamente preservación de información y documentación, las bibliotecas también son creación de conocimiento y difusión. Además, las bibliotecas incitan la curiosidad, el aprendizaje, la creación, la innovación y el surgimiento de ideas de las personas.
  • Las bibliotecas no son de las administraciones, gobiernos o políticos, las bibliotecas son de las personas. Además, las bibliotecas son espacios de confianza, escucha y cercanía con y para las personas.
Para finalizar, aprovecho también para desmentir esa máxima que pone a las bibliotecas como objetivo final de las personas, cuando, en realidad, las bibliotecas son un medio para la consecución de objetivos personales y profesionales. Eso sí, un excelente medio como punto de partida para la estimulación de la curiosidad, la creatividad y el desarrollo. AMÉN.

24 abr 2018

25 DE ABRIL, PARABÉNS PORTUGAL !!

SEPA EN UN MINUTO QUE PASÓ...



DOCUMENTÁRIO




ZECA AFONSO DEDICADA A LA PIDE




FELIZ DÍA DEL LIBRO

Yo he sugerido varios títulos en la campaña lanzada en twitter para inventarse títulos...

Castellano: "La Conjura de los Peperos"
Portugués: "Morreram as Galinhas"
Inglés: "A Chimerical Bombination"
Francés : "Terroristes de L'Economie"
Italiano: "Il tuo Morto"
Alemán: "Nicht Schiessen!"
Danés: "Jag Blæser Dig"